miércoles, 17 de febrero de 2016

Big Data e impacto social

 
Por Elena Montoya
Core Technology Business Development Director

Desde hace algún tiempo, el término Big Data se ha vuelto familiar en la sociedad. Lo encontramos en la prensa, en las redes sociales, en la publicidad, en las ofertas de empleo y hasta en las series de televisión. A menudo sirve de pie de apoyo a textos o a noti­cias que cuesta mucho asociar con tecnologías de la información, y es que, en general, la imaginación de los redactores no vacila en servirse de con­cep­­tos que, aunque quizá no los comprendan a fondo, trasladan una cierta impresión de modernidad y de avan­ce sobre lo es­ta­ble­ci­do y lo conocido. Tecnologías de nombre tan redondo como Big Data resultan fascinantes y hasta misteriosas, y, si no se dan demasiados detalles, van bien con casi todo.

Ejemplos de la utilidad del conjunto de tecnologías que se agrupan bajo el genérico nom­­bre Big Data hay muchísimos. Los que nos resultan más familiares son los que persiguen un objetivo inmediato y fácil de valorar, por lo general de naturaleza comercial, aunque tampoco sorprenden los orientados a preservar el orden público o incrementar los ingresos fiscales. Nadie se extraña de que se puedan usar tecnologías Big Data para marcar más goles, para predecir si un de­ter­minado libro se va a vender bien o si las pró­xi­mas elec­cio­nes las va a ganar un determinado candidato. Ya sorprende un poco más, por ser menos notorio, que se utilicen para investigar enfermedades raras, para predecir los efectos de las mejoras educativas en las sociedades menos avanzadas, para mejorar la producción agrícola o, en general, para contribuir a la sostenibilidad y a la con­servación del medio ambiente.

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